Dios le da pan…









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Balance del funcionamiento actual del Festival Internacional de Danza Contemporánea “Lila López” en San Luis Potosí, México: un ejemplo de mala administración de fondos y de inconsistencias en la curaduría


Por Analía Melgar


En México, el Festival Internacional de Danza Contemporánea “Lila López” vive en la memoria de generaciones de bailarines y coreógrafos, de periodistas y aficionados que por años gozaron de esta fiesta que combinaba, con una identidad auténtica, popes internacionales, propuestas nacionales provocadoras y talleres de alto vuelo. Cada año, la comunidad de la danza contemporánea de México se preparaba para este acontecimiento con singular entusiasmo.

Dos bailarinas imaginaron, casi tres décadas atrás, que San Luis Potosí, una ciudad fundamentalmente industrial, podría convertirse en la meca de la danza. Lila López (1933-2001) y Carmen Alvarado, actual directora del Ballet Provincial de San Luis Potosí –también fundado en conjunto con Lila López, en 1964– llevaron adelante deseos personales que rebasaron sus voluntades individuales en pos del beneficio de artistas y espectadores de todo México.

La muerte de Lila López volvió necesario determinar el reemplazo de la dirección, para proseguir con la edición anual del festival. Convertido en ley provincial por el Gobierno del Estado de San Luis Potosí, el festival es un compromiso público, lo que implica que el festival cuenta con un financiamiento generoso, en una amplia mayoría, por parte de fondos públicos, a los que se suman dineros de grandes empresas privadas como son Fundación Televisa, Grupo Eumex, y Telmex, entre tantos otros grandes patrocinadores.

La actual conducción del festival, desde hace cinco años, está a cargo de la gestora y programadora María González. Sus decisiones relativas a la programación artística y académica son tomadas en conjunto con el Consejo Artístico. En 2007, la XXVII edición del festival, dicho Consejo estuvo integrado por el crítico e investigador Alberto Dallal, el coreógrafo Miguel Mancillas, la periodista Rosario Manzanos, Cuauhtémoc Nájera, director del área de danza en la Universidad Autónoma de México, e Ignacio Toscazo, músico y funcionario que en su trayectoria estuvo ligado a diversos y estratégicos puestos oficiales dedicados a la cultura. Muchos de ellos conforman el Consejo Artístico desde la llegada de María González.

Varias decisiones adoptadas por este equipo de trabajo son susceptibles de entrar en una discusión acerca de criterios y preferencias artísticas, terreno de opiniones, siempre defendibles, siempre criticables. Pero otras decisiones son plenamente rebatibles. Tal es el caso escandaloso por el cual, uno de los propios miembros del Consejo se coloca como parte de la programación. Antares, la compañía de Miguel Mancillas –a la que por cierto es posible concederle valor artístico, aunque no es el caso hacer ese señalamiento ahora– se incluyó como una de las seis propuestas mexicanas del XXVII Festival “Lila López”. De igual manera, Cuauhtémoc Nájera decidió integrar el programa académico, ofreciendo clases de ballet a los estudiantes seleccionados para tomar cursos dentro del festival. Asimismo, Rosario Manzanos ofreció una de las tres conferencias del ciclo. Así, por tres veces, el propio jurado se evalúa a sí mismo y se declara valioso.

Por otra parte, amistades de público conocimiento entre el Consejo Artístico y los directores de dos de las propuestas nacionales son la única justificación para poder comprender la presencia del Ensamble Rosas-Govaerts, del coreógrafo Ángel Rosas, y de Anima Inc., de la coreógrafa Alejandra González Anaya. Ambos casos presentan graves problemas en su composición, que impedirían que estas creaciones fallidas siquiera calificaran dentro de una selección de danza contemporánea de supuesto perfil internacional. Ángel Rosas, con su obra Anamnesis, la blanca oscuridad, pone en escena series de pasos de ballet carentes de un lenguaje auténtico; estas series se superponen a un collage de imágenes y frases proyectadas sobre el fondo del foro sin vinculación alguna con la supuesta propuesta de movimiento; el vestuario en un registro demodé y decadente completa el experimento. La compañía Anima Inc. con su Circo barroco es únicamente un show que aspira absorber un público de cultura televisiva, sin aportarle ni un lenguaje del cuerpo ni un material poético; con algunos elementos no desplegados provenientes del mundo circense, Circo barroco no llega a ser ni acrobacia, ni danza, y su utilización de fragmentos de música barroca revela una sordera flagrante.

Cierto es que la danza contemporánea mexicana no ha tenido numerosos ejemplos de alta calidad a lo largo de 2007, sin embargo buenas excepciones eran una alternativa que el Consejo Artístico tuvo a su alcance. El ejemplo más contundente es la coreógrafa Rossana Filomarino, de inmensa trayectoria e impecables resultados. Es notoria su ausencia en este festival exactamente después de la asunción del actual Consejo Artístico, quien se permite obviar la invitación de Filomarino por estrictas causas de enemistad personal, pues la contundencia del trabajo de Filomarino no puede estar ausente del panorama de la danza mexicana por tanto tiempo si no es por caprichos no profesionales. La coreógrafa y bailarines Beatriz Cruz, de Guadalajara, ha acercado su valiosa y auténtica propuesta escénica pero nunca fue atendida por el Consejo, según declaró a esta periodista. Hay más excepciones… pero no están en el Festival “Lila López”.

Vale mencionar además, la escasa actividad diaria organizada para el XXVII Festival. Si bien es cierto que es tradición de este festival hacer una sola función diaria, la brevedad de algunas de ellas este año reclamaba, al menos, función compartida, como sucedió con la presencia de una débil coreografía del venezolano Félix Oropeza, de sólo 20 minutos. El mismo vacío se percibió en la escasez de charlas, reflexiones, conferencias de prensa, actividades de reflexión. De esta manera, los quince días de festival se volvieron vacíos y excesivos.

A la decisión populista de incluir Circo barroco, hay que agregar la absurda visita de Les Ballet Trockadero, la compañía de hombres que parodia el código del ballet. La propuesta no sólo no responde a la vocación experimental de la danza contemporánea, sino que además su logro cómico ya está agotado y se vuelve una repetición de sí mismo. Es absolutamente cierto que el público colmó el teatro para ver a este grupo, pero esa no es una justificación válida para un festival de danza contemporánea, cuya obligación, sí, es convocar espectadores en cantidad. Sin embargo, la labor de acercamiento de la calidad, la imaginación, la libertad, las alternativas a públicos especializados y neófitos es también su obligación. Pero el festival, parafraseando y resumiendo las ideas de su directora, María González, está convencido de que hay una danza muy complicada, muy especializada, que no es para todo el mundo; está convencido de que la gente no la entiende. Este peligroso argumento encierra el prejuicio hiperconservador de que quien nace rodeado de una cultura y de una sensibilidad restringidas, así ha de vivir y así ha de vivir. En lugar de seducir, convocar, modificar, la solución elegida es continuar reproduciendo la desigual distribución de la educación entre la población, que es decir, continuar reproduciendo la desigual distribución de los derechos y de las oportunidades entre la población.

A esta situación falta agregar un triste desaprovechamiento de un amplio catálogo de la Cinémathèque de la Danse, de París brindado al Festival, que se proyectó al aire libre, en un espacio frío, ruidoso y demasiado iluminado para poder apreciar videos de la danza moderna y contemporánea mundial que requerían de un ámbito cerrado y de un acompañamiento explicativo.

Para imaginar futuros más promisorios, serán precisos fuertes cambios de dirección. El Festival Internacional de Danza Contemporánea “Lila López” se merece otra calidad, otra dinámica, otra vitalidad y otra claridad en sus decisiones económicas y artísticas. El Festival Internacional de Danza Contemporánea “Lila López” se merece propuestas como las que sí hubo en este 2007, aunque como casos muy puntuales: la gloriosa visita de Louise Lecavalier desde Canadá, antigua integrante de la compañía La-la-la Human Steps y actualmente bailarina solista, y la obra Conjunto di nero, de Emio Greco, que viene rodando en una larga gira por toda América. Qué depare el futuro para este festival es un misterio poco auspicioso.

Foto: Louise Lecavalier, por Carl Lessard